Revista con la A

25 de enero de 2015
Número coordinado por:
Isabel Requena
37

Ellas en las Artes Escénicas

La tía

Esther Díaz Llanillo

Esther Díaz Llanillo

La tía tenía muchos años. Mirándola de perfil, con su nariz un tanto aguileña, los ojos adormecidos, el labio inferior sobresaliente, el mentón en punta y el cuerpo escuálido, su aspecto rememoraba levemente el de aquellas brujas de la Edad Media que solían pasearse por los bosques tenebrosos de las leyendas. Pero, vista de frente, la tía era simplemente un ángel desvalido, con sus bellas alas partidas bajo la lluvia de la madeja purísima de sus canas. Ambas visiones: la aterradora y la beatífica, eran la tía.

Sentada en el sillón de seminválida, trasladándose a cortos pasos con la ayuda de alguien, rogando, pidiendo, exigiendo, imponiendo una imperiosa atención a todos, la tía sin nosotros no existía y nosotros, con ella, no podíamos existir.

Sus agudas manos de titiritera nos manejaban como figuras frágiles, estremeciéndonos de un lado al otro de su escenario. Era el derecho respetable y respetado de su ferviente ancianidad. Su ritual de cada día, de cada noche, nos volvía simples acólitos sin más derechos que a esperar.

Esperar ¿qué?: su voz, su mando, su ruego, su grito, su horror en la noche, cuando parece que ha llegado el momento de la muerte, su yacer dormida en medio de las sombras, con el huesudo rostro pálido, sereno; los dedos apretados como en una oración, la boca entreabierta, el ronquido estertóreo de la agonía próxima (¿viva?, ¿muerta?), en su lecho.

Sin embargo, de día, ella se me aparece: la siento que se mueve ágilmente tras de mí; me vuelvo asustadiza al verla en la cocina: sus apagados ojos tratan de decir algo y su simple presencia es un grito de espanto en medio de la tarde. Pero es falso, la tía está en la sala, la veo sentada en su sillón rodeada de almohadones. Entonces me pregunto: « ¿Cuál es este rostro que me mira?, ¿cuál de los dos rostros de la tía?».

La tía ha muerto. La enterramos. Lloramos sobre su recuerdo, porque con la liberación llega la ausencia de la tía. La casa está llena de esa ausencia de sus cosas, de su cuerpo que aún parece encontrarse en los rincones habituales. Escondemos su ropa, desplazamos sus muebles. Nuestro alivio aún no puede reconocer esa piadosa ausencia que nos deja sin destino inmediato, desorientados, ¿vivos?

Pero no estamos solos. Entonces lo presiento: allí, detrás de mí, en la cocina, ella me mira. Su cuerpo se me acerca, se funde con el mío. Sus manos tan agudas transparentan las mías. Su carne tan estéril se filtra entre mis carnes. Sus ojos ya pesan en mis ojos. La boca desdentada está en mi boca firme. Entonces lo comprendo: ya desde ahora y más aún mañana, cuando pasen los años, yo soy, seré, la tía.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Esther Díaz Llanillo, narradora cubana (La Habana, 1934).Cultiva la literatura fantástica. Tiene varios libros publicados. Cuentos suyos han sido traducidos a otros idiomas. Se le ha conferido la Distinción Por la Cultura Nacional.

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