Revista con la A

25 de noviembre de 2016
Número coordinado por:
Noelia Landete
48

7N: Las violencias contra las mujeres como cuestión de Estado

Ixcanul

cineastas-48Ixcanul es la historia de una mujer indígena, una mujer maya de la cultura kaqchikel de Guatemala. Su nombre es María. Tiene 17 años. Sus padres son campesinos que trabajan la tierra de un ladino, Ignacio, a quien María está prometida. Ignacio es más de quince años mayor que ella, tiene tres hijos, y aunque habla su idioma pertenece a otra cultura y a otra clase social. María no está de acuerdo con ese arreglo matrimonial. A ella no le han preguntado su opinión, ni mucho menos se han preocupado por conocer sus sentimientos. En respuesta, ella busca las maneras de hacer valer su voluntad y tomar las decisiones que ella quiere.

Filmada enteramente en idioma kaqchikel, dirigida y escrita por Jayro Bustamante, Ixcanul (2015) es el primer largo de este joven cineasta guatemalteco, que le ha merecido la atención de la crítica internacional en los múltiples premios ya recibidos: Oso de Plata Alfred Bauer en el Festival de Berlín; Mejor Película en el Festival de Guadalajara y de Cartagena; Premio del Público y Premio del Sindicato del Festival de Cine Latino de Tolouse, Francia; entre muchos otros.

La literatura, la historia y la vida ha dejado en claro que todo lo que se prohibe se vuelve irresistible objeto de deseo. Una vez que María es prometida a Ignacio, toda otra persona queda prohibida para ella y, por tanto, es eso lo que ella anhela: un amor que sea suyo y no impuesto. No extraña que en un arrebato propio de la juventud María elija a un joven como ella para entregar su cariño. No se trata del mejor partido, ni alguien que le dará seguridad, ni siquiera alguien que muestra por ella especial afecto. Sin embargo, en la decisión de María hay otros aspectos a considerar que la película no profundiza y que hubieran no sólo enriquecido la historia sino que habrían presentado una visión más amplia y menos maniquea de la situación de la mujer indígena.

En primer lugar, María vive en el campo, en un lugar muy alejado de la ciudad, con la única compañía de sus padres, la naturaleza y los animales de la granja. En segundo lugar, María no habla castellano, eso implica que su acceso a la información de otras culturas es casi nulo, lo que nos indica también que no ha recibido educación, que muy posiblemente sea analfabeta. Si bien es diligente y trabajadora en las labores del campo, no tiene conocimiento de lo que ocurre en la ciudad ni en el mundo que le ha tocado habitar. Por ello, no es de extrañar que se sienta atraída por un hombre joven, Pepe, que sueña con cruzar la frontera y llegar a Estados Unidos.

La visión de Pepe no es diferente a la de muchos jóvenes que creen en el sueño americano y en la tierra de las oportunidades. María cree en esas palabras porque no tiene referentes que le permitan una mirada crítica de lo que dice Pepe, ni tiene herramientas que le permitan dudar de lo que él afirma con la convicción de su deseo y el desprecio por lo indígena, que es inculcado por el racismo palpable -económico, político, social- que se aprecia en todos los países con pasado colonial. A los inocentes ojos de María, Pepe es como un guerrero maya que va a cruzar inhóspitas tierras en busca de un tesoro; es un valiente y un aventurero solitario, gancho perfecto para recibir el cariño de una joven que sólo ha vivido encerrada entre las bardas de la tierra que trabaja día y noche, para quien lo extranjero guarda la inquietud y curiosidad de lo desconocido. Desde esa perspectiva se puede entender mejor el comportamiento de María, de lo contrario las escenas sexuales grotescas que Bustamente retrata sólo apuntan a culpabilizarla por su propio destino. Lo que parece la egoísta búsqueda de satisfacción personal de María por sobre el bien común de la familia, es la legítima búsqueda de su identidad y autonomía. Riesgosa, eso sí, ¿pero qué otras alternativas tiene María para imponer su voluntad?

La pobre María y sus deseos son aplastados por la realidad, la realidad de un mundo en el que ella es marginal por ser mujer, por ser indígena, por no tener educación, por no hablar castellano, por ser campesina, por ser pobre, por ser joven. Sin herramientas afectivas o cognitivas para cumplir sus objetivos, sin el favor del volcán tutelar Ixcanul, estos están condenados al fracaso. Una vez que su deseo -Pepe- es claro, todos se sentirán llamados a impedirle concretar lo que ella quiere. En primer lugar el mismo Pepe, luego el padre de María -Manuel-, luego Ignacio, ofendido y despechado, luego un Estado que no habla su idioma, que no entiende su situación y que por tanto no sólo no la ayuda, sino que empeora su condición al hacerla invisible bajo la voz y las decisiones de los otros hombres, en especial Ignacio que es el único que puede ejercer como traductor entre la familia de María y los representantes del Estado.

La madre es la única que encuentra en el afecto, la calma y el cariño para darle su apoyo. Los momentos compartidos entre madre e hija en el temascal son sin duda los más logrados de la película, ahí es donde vemos la fuerza y la posibilidad de la vivencia de la mujer con su cuerpo y con su entorno.

María es castigada por tener deseos propios y posteriormente anulada como persona. Ella desea asumir su sexualidad como un espacio de libertad personal pero se lo impide la norma social que la encausa en el matrimonio, una forma de anularla como persona. Lo que sea que haga María llevará las marginalidades antes descritas, lo que acentúa el matrimonio como una relación desigual en donde las jerarquías sociales se impondrán sobre ella.

Ixcanul es la historia de una mujer que se opone al patriarcado, a las tradiciones de su cultura, que se rebela contra la voluntad masculina del padre. Sin embargo, es la historia de una mujer indígena contada no desde el punto de vista de ella, sino desde el punto de vista masculino y occidental. De ahí que el tratamiento de la película, el fracaso de María es tendencioso, al punto de volver la historia de reidivindicación de una mujer indígena en la culpabilización de su propia tragedia.

De lo único de lo que es culpable María es de querer hacerse una persona autónoma y, en mi opinión, se debería enfatizar más los factores que impiden a María lograrlo, mostrar su fluir interior, sus anhelos y sus búsquedas. De lo contrario, el punto de vista externo reproduce una visión racista y machista que parece sugerir que seguir las costumbres es lo mejor para María, que las mujeres no toman buenas decisiones, incluso que dejarlas elegir es peligroso, dadas las consecuencias que las acciones de María implicarán para la familia, dejándola en peligro de perder casa, comida, trabajo y hasta la vida.

Aunque celebro la elección del tema y el esfuerzo de grabar una película en un idioma indígena, creo que las imágenes contradicen la propuesta argumental y no se hacen un medio de expresión y difusión de la cosmovisión indígena, ni mucho menos un medio de difusión de la voz de la mujer a la que pretende retratar. Ixcanul termina repitiendo una mirada que representa al otro -mujer indígena- como subalterno y ajeno, primitivo e irracional. Lamentablemente una mirada colonialista que celebra el fracaso del otro como una forma de justificar su opresión. Pero Ixcanul es también la expresión del racismo profundo que existe en la sociedad guatemalteca y su total concordancia con una mentalidad patriarcal y machista que aniquila a las mujeres en su propio cuerpo.

 

Bethsabé Huamán

Bethsabé Huamán

REFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine y crítica literaria. Escritora y Feminista. Licenciada en literatura, magister en estudios de género y estudiante del programa de doctorado en español y portugués en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.

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