Revista con la A

26 de mayo de 2017
Número coordinado por:
Hortensia Hernández
51

Alzamos la voz con las mujeres de Chibuleo

En qué consiste el mundo en que vivimos

Daniel Fernández

En Caral, la preincaica ciudad peruana, gracias a las intuiciones de la arqueóloga lituana Marija Gimbutas y su equipo, fue desenterrada una civilización maternal no matriarcal, naturalista, sin marcas de conflictos ni guerras durante cinco mil años, que construían en los valles ciudades de hasta veinte mil personas.

Sabemos que el mundo actual posee características reñidas con la vida plena. Sabemos que hay quienes desde hace al menos cincuenta años se ocupan de definir en qué consiste, de dónde proviene y hacia dónde va. Por fortuna, en 1974, en Europa apareció nuestro eslabón perdido, el que en América tal vez se llame Caral, la preincaica ciudad peruana. Allá, gracias a las intuiciones de la arqueóloga lituana Marija Gimbutas y su equipo, fue desenterrada una civilización maternal no matriarcal, naturalista, sin marcas de conflictos ni guerras durante cinco mil años, que construían en los valles ciudades de hasta veinte mil personas que intercambiaban por necesidad en un territorio que ocupó el tercio oriental de Europa y el sector oriental de la Mesopotamia. Esta civilización fue devastada por hordas de pastores arios nómades rusos y ucranios, que ocuparon Europa y luego fueron reemplazados por griegos y romanos. De allí procede la Europa que hace quinientos años llegó a América con su modo de ser tan excluyente.

Mucho se ha escrito acerca del patriarcado aunque según creo, sobre todo las europeas, versiones más o menos parciales acerca de su sentido, su estructura y sus propósitos. Aquí resumiré la definición que incluyo en el Quo Vadis (A dónde vas), con la esperanza de que sea evaluada como un aporte al proceso que logre la restitución de la armonía humana, tan necesaria como urgente.

El patriarcado es el primer y único sistema conocido de dominación estructurado legalmente sobre la vida humana, devenido omniabarcante, de cuyo origen pastoril han surgido todos los subsistemas socioeconómicos posteriores conocidos, cuya concreción civilizatoria –comenzó a devastar hace 4.500 años a la civilización previa, a él irreductible, de derecho materno euroasiática validada, de gran eficacia, armónica, no jerárquica, agricultora con excedente, sin Estado, compleja y pacífica, con reglas surgidas de la sexualidad espontánea, de 9.500 años de antigüedad-, concreción civilizatoria reactiva relativamente joven que surgió del despliegue progresivo de la mayor fuerza física biológica del macho humano elevada a principio organizador de lo social pastoril nómade, se impuso y sustentó generando jerarquías y mediante ellas terror, formando un tríptico que desarrolló e impuso el sentido apropiador de bienes y personas que evolucionó hacia lo que conocemos como propiedad privada y esclavitud, así como la inclusión de lo humano en un orden mamífero más, mediante legalizada mutilación y distorsión que se atrevió y se atreve a negar y prohibir la naturaleza biológica de la especie y del cuerpo feminal en especial, se apropió de las criaturas, vituperó y prohibió la sexualidad natural humana, configurando desde su coherencia un modo de vida antifisiológico que se retroalimenta mediante la competencia y la versatilidad de sus grandes relatos autolegitimadores, mediante los que impone con pretensión de infalibilidad y eternidad su percepción distorsiva de lo propio humano, entendido erróneamente como evolutivo, relatos y prácticas que muestran que su artificial estructura, principios y propósitos siguen plenamente vigentes en el capitalismo, al que insufló su propia y original deriva lógica endógena, de carácter destructivo y autodestructivo de la especie y de la vida misma.

El patriarcado es el sistema de dominación que dio origen a la civilización actual, diseñó el modo de vida conocido históricamente

El patriarcado (P) es el sistema de dominación (sdp) que dio origen a la civilización actual, diseñó el modo de vida conocido históricamente, inventó la escritura con el propósito de lograr la aplicación de su ley y con un desarrollo validado de sólo seis mil años de antigüedad aproximados, alcanzó niveles de universalización hace sólo quinientos años. Puede decirse que se trata de un proyecto joven que, muy lejos de estar consolidado, muestra en su interior milenarias en nada fragantes disputas abiertas inter e intraétnicas, que lo mantienen en estado de guerra permanente. Esta característica saliente hace pensar más allá de lo económico, en qué es lo que le impide unificar su propio comando en armonía y en qué consiste lo que le impide focalizar en la defensa de la vida plena. El patriarcado se sustenta en la restricción de la vida espontánea, en una mutilación de la naturaleza sexual humana, en la imposición de una sexualidad limitada, reglamentada de orden falocrático. En una de sus manifestaciones más notorias se basa en la devastación del cuerpo feminal, en lo que se conoce como ‘matricidio’, ‘ginecocidio’, se apropia de la nacente criatura humana en un intento de despojar a la mujer de su rol natural en tanto fuente de vida. El P, ante cada embate emancipador, insiste en rediseñar la vida a su imagen y semejanza. Esta intención y deriva de usurpación permanente, postulada y encubierta en una supuesta capacidad transformadora, producida por la envidia significada en que biológicamente sólo las mujeres fueran fuente de vida, la que funcionó a través de la mitología, mediante la que el sdp proporcionó un sentido de cohesión social, consta de cinco momentos: 1) borrar definitivamente los vestigios universales de la civilización prepatriarcal de derecho materno, de arraigo naturalista, 2) aniquilar los vestigios de una primigenia Gran Madre (Madre tierra, Diosa madre, etc.), capaz de producir la vida por sí misma, incluso la vida de los hombres, 3) imponer un varón consorte fecundante (Osiris, Tammuz), 4) imponer que la vida en el mundo fue creada por un varón guerrero y fecundado en el cuerpo de la Madre, 5) hasta llegar al desplazamiento tajante de la Madre, mediante la imposición de la figura de un hombre que crea la vida sin ayuda, solo, en las características del Dios inmaterial que vive por fuera del mundo humano. Estos momentos se han cumplido y permanecen ocultos o inconexos en la vigencia vertida y defendida en el gran relato patriarcal. Y posiblemente de esta autopercepción del P, surja su pretendido carácter evolutivo.

La simple comparación entre ambas civilizaciones exige que hombres y mujeres nos dispongamos a diseñar juntos el camino de la restitución de la vida armónica, que ya existió y nos guía para evitar las consecuencias del fracaso del patriarcado en la defensa de la vida.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Daniel Fernández Ahumada nació en Argentina, es poeta, docente, filósofo por la Universidad de Buenos Aires, y ha publicado tres libros de narrativa poética, uno de historia política, una novela en 2015, y ya en imprenta su libro acerca del patriarcado. Vive actualmente en Buenos Aires.

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