Revista con la A

25 de julio de 2017
Número coordinado por:
Bethsabé Huamán
52

Presidentas: Las mujeres en el poder

Dilma Roussef y los pactos masculinos

Dilma Rousseff

Dilma Rousseff

Danilo Assis Clímaco. Es necesario un esfuerzo para ofrecer un análisis positivo de los gobiernos de Dilma. Buscaré defender que en su resistencia a pactar de forma asertiva -y alegre- con lo patriarcal, hay un elemento de rebeldía a ser resaltado y admirado

Desde mi posición pro-feminista, pero también autonomista, descolonial y anticapitalista, es necesario un esfuerzo para ofrecer un análisis positivo de los gobiernos de Dilma. Buscaré defender que en su resistencia a pactar de forma asertiva -y alegre- con lo patriarcal, hay un elemento de rebeldía a ser resaltado y admirado.

Desde por lo menos los ochenta, Dilma se ubicó en un campo de la izquierda muy conformista con los límites impuestos por el patrón de poder capitalista, colonial y heteropatriarcal. Conformista al punto de que la elaboración de su plataforma de justicia social se dio dentro de una propuesta de desarrollo de este patrón de poder, buscando un equilibrio que resultó ser aún más frágil de lo que ya se imaginaba que era. Tras ejercer diversos cargos administrativos en la alcaldía de Porto Alegre -notoriamente la cartera de Minas y Energía-, Dilma fue llamada por Lula para asumir desde el primer día de su mandato el Ministerio de Minas y Energía. En 2005, asumió el Ministerio del Interior.

Se tornó la persona más próxima del presidente -tuvieron reuniones personales casi diarias a lo largo de seis años- y Dilma planeó y se puso al frente del carro jefe del desarrollismo del PT (Partido de los Trabajadores), el Proyecto de Aceleración del Desarrollo (PAC), de carácter destructivo notable, como insinúa el nombre. La construcción de la Hidroeléctrica de Belo Monte es el símbolo más evidente del tanatismo del PAC: será la tercera más grande del mundo, produciendo 10% de la energía que consume el país, pero viola territorios de numerosos pueblos indígenas, provocando enormes daños ambientales y la reducción o extinción de numerosas especies animales y vegetales.

Este compromiso con la expansión del capital ha llevado a que algunos grupos izquierdistas nieguen que haya habido un golpe al gobierno de Dilma. Argumentan que el proyecto petista se encontraba plenamente comprometido con los designios del patrón de poder capitalista y colonial, siendo sus alianzas con los partidos de derecha tradicionales el signo más visible de ello, así como los indicios de corrupción hoy investigados. Dentro de este cuadro, el desplazamiento de Dilma, articulado por el mayor partido de su base aliada, del cual provenía el entonces vice y hoy presidente del país, Michel Temer, no podría ser leído como Golpe, sino como un aceleramiento del proceso de medidas neoliberales que el PT no podía acometer, dado que su compromiso con los movimientos sociales, aun cuando insuficiente, eran insoportables para el capital en una economía recesiva.

Comprendo que hubo un Golpe porque los 14 años de gobiernos petistas, limitados frente a lo que pudieron haber sido, produjeron numerosos cambios de enorme relevancia

Dicha lectura es legítima, pero muy insuficiente. El PT, efectivamente, ha puesto a andar una política conservadora a nivel económico e incluso social, limitando los intereses de sus bases tradicionales por la sagacidad capitalista, en nombre de la estabilidad gubernamental. Incluso tras el Golpe, de manera irresponsable, el PT no se ha atrevido a adherir incondicionalmente a muchas de las luchas surgidas en el campo popular para expulsar a Temer de la presidencia o detener sus políticas económicas y sociales genocidas (las más graves, el congelamiento de los gastos en salud y educación por 20 años y la jubilación completa con 49 años de trabajo). Con todo, comprendo que hubo un Golpe porque los 14 años de gobiernos petistas, limitados frente a lo que pudieron haber sido, produjeron numerosos cambios de enorme relevancia: reducción mínima del hambre, amplia disminución de la pobreza, ensanchamiento de la atención de salud y el acogimiento de muchas propuestas de los movimientos sociales, los cuales, dentro o fuera del PT, tuvieron mayores facilidades para implementar acciones de carácter eminentemente antisistémico. Aun cuando el PT no tuvo un plan para expandir la participación política de los movimientos, lo que hubiera permitido quizás su manutención en el poder -“cosechan lo que dejaron de plantar”, según el ex-petista Chico Oliveira-, el hecho es que los gobiernos petistas fueron los que mayor impacto positivo causaron en las gentes pobres, lo que es efectivamente muy loable.

Incapaz de expandir la participación popular en su gobierno, el PT vio crecer la influencia de la derecha en el mismo. En Brasil, más que en otros países, los votos para la presidencia y para las y los congresistas están muy desvinculados. Dilma tuvo 47% de los votos en la primera vuelta, pero el PT tuvo poco más de 10% para el Congreso, frente a más de 70% de partidos inequívocamente de derecha, lo que obligó una alianza basada en acuerdos precarios, incluyendo encubrir o ignorar prácticas de corrupción, sea para enriquecimiento personal o gastos millonarios de campaña.

Lula hizo su carrera política en base al diálogo con todos los sectores de la sociedad. Es aun hoy el único personaje con inserción en los ámbitos popular, político y empresarial. Su capacidad de convocatoria, escucha y direccionamiento del trabajo conjunto promovió siempre la articulación entre muchos actores sociales alrededor de proyectos, en gran parte exitosos, de los cuales cada quién se sentía parte y arte.

Dilma, no. En la noche del 17 de abril, después de que el Congreso de Diputados (en un 90% hombres) votó por la apertura del proceso de Impeachment, en un espectáculo ridículo en el cual cada quién hizo un mini-discurso celebratorio y hueco, el periodista Luis Nassif dijo algo así: “todos ustedes vieron: nuestro Congreso está conformado por gente notablemente estúpida. El problema de Dilma es que los trataba y los hacía sentir como lo que realmente son”.

Por lo tanto, Lula y Dilma eran en este sentido prácticamente opuestos. Lula no es sólo un eficaz conciliador, sino que ama serlo. Aunque no pudo salvar a todos sus aliados, se esmeró en defenderlos, incluso a aquellos alcanzados por escándalos de corrupción. El caso de dos presidentes del Senado, Calheiros en 2007 y Sarney en 2009, fueron notables. Pese a la ojeriza de la prensa y de la opinión pública, Lula puso su aprobación de más del 80% de la población para defenderlos y los salvó de tener sus derechos políticos cazados. Dilma, incluso cuando gozó de gran popularidad, no se arriesgó por sus aliados. En el primer año y medio de su mandato solicitó la dimisión de ocho de sus ministras(os) que habían sido alcanzados por escándalos. Desde entonces empezaron las críticas hacia ella en los bastidores, incluido quejas al ex presidente, como si Lula fuera un padre que pudiera corregir a una hija.

Los vínculos en la política brasileña se conforman de una serie de códigos y ámbitos eminentemente masculinizados

Como en el resto del mundo occidentalizado (y más allá…), los vínculos en la política brasileña se conforman de una serie de códigos y ámbitos eminentemente masculinizados. Las dinámicas de intercambio de reconocimiento, de rivalidades y alianzas, inseparables de lo masculino, son el alma de la política y Lula disfrutaba de todo ello. Dilma se enorgullece de carecer de este don. Lo que quiero aquí resaltar es que su ojeriza a la mezquindad de la política brasileña -no sólo de la corrupción, sino de todo su entramado- es un rasgo anti-patriarcal del que Dilma no se quiso desprender. Las manifestaciones machistas en su contra derivan no sólo de su ser mujer, sino de su mero desdén de los juegos masculinos.

Ello la llevó, sin embargo, a buscar independencia frente al sistema judicial cuando le competía detener arbitrariedades contra sus aliados y, luego, contra el propio PT. La investigación de las relaciones entre las grandes constructoras del país y la Petrobras se transformó en un arma en contra del PT. La alianza entre empresarios, medios de comunicación de masa y el sistema judicial logró movilizar millones de brasileñas y brasileños en contra del PT, aun cuando el partido estaba lejos de ser el que más se beneficiaba del sistema de corrupción investigado. El direccionamiento político y distorsionado de las investigaciones obvió a los líderes de la oposición, aun aquellos con mayor número de denuncias en su contra, y se direccionó casi exclusivamente al PT y sus aliados. Los métodos mismos de investigación, basados sobre todo en la delación de empresarios y políticos mantenidos encarcelados ilegalmente, debieron haber sido combatidos, pero Dilma permitió más bien que se normalizaran.

Consumado el Golpe, Temer nombró un gabinete exclusivamente con ministros hombres, entre ellos a cuatro de sus aliados históricos, todos envueltos en numerosos escándalos de corrupción. Rehenes de los empresarios y financistas que patrocinaron el Golpe, deben arriesgarse a perder la poca popularidad que tienen llevando a cabo una absolutamente inédita demolición de derechos. Las mujeres son las más afectadas. La reforma del sistema de jubilación es el símbolo máximo del martirio que se les impone. A lo largo de toda la república, las mujeres se jubilaban con menos tiempo de contribución que los hombres. Al obligarlas a jubilarse, como los hombres, tras 49 años de trabajo, se les retira incluso el reconocimiento de su desmesurada explotación por el patriarcado y la concomitante (aunque muy insuficiente) recompensa.

NOTA:

 [1] Agradezco con cariño a Salvador Schavelzon, David Barrios, Eduardo Perondi y Bethsabe Huamán por sus comentarios a versiones previas del texto.

 

Danilo Assis

REFERENCIA CURRICULAR

Danilo Assis Clímaco es Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM con una tesis sobre las luchas de las mujeres indígenas y campesinas. Ha enseñado y publicado en diferentes países de América Latina y en Portugal, destacándose su selección y prólogo de la antología Aníbal Quijano, cuestiones y horizontes, publicada por CLACSO. Ha participado de actividades y proyectos de investigación y acción junto a poblaciones en lucha, sobre todo en Brasil y Perú, destacándose aquellos alrededor de la lucha contra la minería en Cajamarca junto al Programa Democracia y Transformación Global; y al Grupo de Formación e Intervención para el Desarrollo y la facilitación de talleres del Programa Hombres Que Renuncian a Su Violencia en Lima, Perú.

 

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