Revista con la A

23 de marzo de 2016
Número coordinado por:
Gloria Poyatos Matas
44

Juezas en femenino

Carmen de Burgos y el cabo de Gata-Níjar (Almería)

ColombineVisitar la orilla del mar en la provincia de Almería puede remontarnos, aún, a los tiempos en los que la costa mediterránea no estaba enladrillada. No en toda su dimensión, por supuesto. También allí han llegado los abusos y paisajes tan mágicos como los de Vera, donde hasta hace pocos años en los humedales descansaban las aves y se disfrutaba de larguísimas playas vírgenes, sólo son un remedo de su pasado. En cualquier caso, nada comparable a otros lugares más al noreste, así que les invito a visitarla. Ahora es un buen momento, fuera de la temporada de verano, en esta primavera que ya se ve avanzar en el hemisferio norte.

No sé si una de las almerienses más prominentes, Carmen de Burgos, disfrutó mucho del mar de su provincia, ni tampoco si prevería que el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, donde fue niña y adolescente, se convertiría en esa reserva para el espíritu que es hoy. Es posible que paseara por el Playazo de Rodalquilar -algo que les aconsejo-, un lugar que en las fechas de su nacimiento, en 1867, no prestaba atención a otra cosa que al oro que se extraía de sus minas, explotadas hasta 1990. De hecho, el padre de Carmen era uno de los propietarios. El lugar aún tiene el aire de un western. No por casualidad, esta playa y calas parecidas fueron el paisaje de películas como La muerte tenía un precio, cuando España se convirtió en el plató favorito para guiones de vaqueros. Pero tampoco eso debió preverlo Carmen que sí describió el lugar en uno de sus cuentos, El Tesoro del Castillo (1907):

GataNijar

“(…) a ocho leguas de Almería hay un lugarcito que se llama Rodalquilar; no es siquiera una aldea, es una cortijada perdida entre la garganta de algunas montañas que se abren en semicírculo a la orilla del mar. Una costa abrupta y salvaje lo defiende por ese lado; sus montañas dificultan la bajada, y la sociedad actual apenas imprimió allí sus huellas. En ese lugarcito, fresco, apartado, bañado por un cielo de luz, hay un suelo de flores bajo el que se ocultan innumerables tesoros escondidos por los árabes al abandonar España. Es una tierra semiafricana, límite de Europa; desde sus montañas, cercanas al mar, el sol naciente deja dibujarse entre la bruma las costas de Orán y de la Argelia. Pues bien, allí cerca, en una de las últimas estribaciones que desde el soberbio Muley Hacén se extienden de Granada al Cabo de Gata en la cordillera de Sierra Nevada, está el cerro del Cinto, y allí en una pobre choza de pastores, el tesoro más grande que guarda la tierra”.

Podríamos decir que ahora el tesoro -casi el milagro- es que el Cabo de Gata mantenga su costa y sus paisajes. Les animo a recorrer sus playas desde la de Torregarcía hasta las de Carboneras, desde la de Monsul hasta la de Los Muertos. Lo habitual es que el clima les aliente a pasear o a bañarse, verán paisajes volcánicos, cortijos y salinas, playas negras, ocres y rojizas, acantilados y arrecifes; y si se adentran en el mar, contemplarán enormes praderas de Posidonia con toda la fauna que conlleva, pequeña y valiosa.  

Carmen de Burgos

Carmen de Burgos

Carmen de Burgos se fue pronto de allí. Almería, a principios del siglo XX, era parte de una España dura, convulsa y dominada por hombres. Ella se había casado con 16 años, se separó a los 34 y de los tres hijos que tuvo sólo sobrevivió María. Por él, por su marido, conoció la profesión que ejercería siempre: Colombine, su seudónimo más célebre, fue la primera periodista española. Antes había sido maestra superior en la Escuela Normal de Maestras de Granada y, luego, lograría plaza definitiva en la Escuela Normal de Maestras de Madrid.

Vivía ya en Madrid cuando estalló la Guerra de Marruecos (1909-1927), un conflicto colonial por el que España buscó, sin éxito, resarcirse de las derrotas de Cuba y Filipinas. Carmen se fue entonces a Melilla, aprovechando un grupo de voluntarias de la Cruz Roja, pero en realidad para ejercer de corresponsal de guerra para el periódico El Heraldo de Madrid. La primera mujer española dentro de una trinchera.

Es complicado resumir la figura de Carmen de Burgos. Ramón Gómez de la Serna, que convivió con ella durante 20 años, dijo que era “una mujer inverosímil en esta tierra de mujeres a ultranza”. Fue republicana, intelectual, feminista (peleó con ahínco por el derecho al divorcio, el voto femenino y la independencia de las mujeres), militante política pero, sobre todo, fue escritora y periodista. Colaboró con muchos periódicos, viajó por el mundo, conoció, y escribió y escribió.

No dejen de leer su obra que les mostrará, efectivamente, a alguien poco común. En 1931 publicó Quiero vivir mi vida, una novela sobre los celos, dedicada a Gregorio Marañón quien escribe en el prólogo sobre su deseo de rendir “un homenaje de admiración a la vida de esta noble luchadora, que no ha conocido un día sin una batalla; y en todas se ha puesto invariablemente del lado de la dignidad de la mujer y de la justicia y la libertad de las mujeres y de los hombres.”

Colombine murió un año después, en 1932, en el primer año de la II República que seis meses antes había aprobado la ansiada ley de Divorcio. Fue en Madrid, lejos de su tierra almeriense. El paseo marítimo de su ciudad natal, Almería, luce orgulloso su nombre.

Para saber más:

Sobre Carmen de Burgos:

Sobre el Parque Natural Cabo de Gata hay varias páginas webs. Entre ellas:

 

pepa-franco-2REFERENCIA CURRICULAR

Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.

 

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