Si nos preguntamos si serán muy diferentes las vidas de jóvenes y jóvenas, o si ya hemos alcanzado, como anuncian muchos, la tan ansiada igualdad de género, estas dos películas nos entregan una breve radiografía de la situación. No basta con ser hombres o mujeres: la clase, la raza, el lugar de procedencia, también importan.

Tanto Boyhood como Girlhood se estrenaron el año pasado. La primera fue nominada a los premios Oscar en casi todas sus categorías: mejor película, mejor director, mejor actor de reparto, mejor actriz de reparto, mejor guión original, mejor montaje. Fue Patricia Arquette la única que se llevó la estatuilla dorada por su rol de madre de Mason (Ellar Coltrane, que no estuvo nominado). La segunda ha sido nominada en diferentes certámenes, pero ninguno tan popular como los premios de la Academia. Ha sido galardonada en el Festival Internacional de Cine de San Sebatián, el Festival Internacional de Cine de Estocolmo, el Festival de Cine de Filadelfia y los 20th Premios Lumières.

Boyhood, película dirigida por Richard Linklater, narra la vida de Mason desde su niñez hasta su ingreso en la universidad (de los seis a los dieciocho años). La historia se enfoca en los años de dependencia y tutela de Mason.

La película fue rodada por doce años, es decir, el director se reunió durante ese lapso con el elenco, en 39 ocasiones, para ir filmando en vivo y en directo el crecimiento de Ellar en el rol de Mason. Las diferentes etapas de la vida de Mason (las ficcionales pero también las reales) están retratadas en Boyhood. No es la primera vez que Linklater se embarca en proyectos de largo aliento. Ya antes había producido una historia de amor en el tríptico cinematográfico Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004), Antes del anochecer (2013).

Mason afronta situaciones difíciles en su vida, que inician con la separación de sus padres. Ello produce mudanzas y constantes situaciones de vulnerabilidad por parte de las parejas de su madre. Se retrata una precariedad afectiva, económica y social de la mujer y sus hijos. Contando con el apoyo familiar, la abuela, la madre logra completar su educación y obtener mejores ingresos, pero contrariamente a lo que se suele pensar, este ascenso intelectual no la libra de parejas violentas y amenazadoras. La presencia del padre (Ethan Hawke) de Mason es esporádica y su influencia en la vida de los niños muy restringida. Las figuras paternas están así totalmente o medianamente ausentes. A pesar de esas dificultades, el inicio de los estudios y la mudanza al campus universitario depara para Mason un nuevo y glorioso comienzo.

Girlhood, dirigida por Céline Sciamma, es un drama francés que narra la historia de Marieme (Karidja Toure), una joven afrofrancesa que vive en las afueras de París y desea estudiar, pero su bajo rendimiento le impide continuar. Su pobre desempeño escolar se debe a una situación familiar apremiante: una mamá que trabaja prácticamente todo el día y que la deja, como hermana mayor, a cargo de las más pequeñas. El hermano varón está involucrado en una pandilla y se presume que abusa sexualmente de ellas, lo que sí está claro es que ejerce diferentes tipos de violencia sobre Marieme: violencia física y psicológica, además de un control absoluto y autoritario sobre sus actos, basados en el miedo, la amenaza y los golpes.

Para huir de su realidad, Marieme se involucra en una pandilla de chicas que cometen pequeños delitos para agenciarse momentos de esplendor y lujo. A sus dieciseis años, está en todo su despertar sexual. Es así que a escondidas se involucra con Ismael, en un contexto altamente conservador y machista que juzga drásticamente la sexualidad femenina. Esa necesidad vital de afecto la deja desamparada de sus lazos familiares. Con el deseo de estudiar, a pesar de haber sido rechazada por el sistema escolar, en un ambiente de relajo, diversión, drogas y alcohol, Marieme no encuentra su camino, mira al horizonte donde está la Torre Eiffel, otrora símbola de modernidad, con un deseo desesperado de huir, sin saber a dónde ir.

Es claro que las poéticas de ambas películas son diferentes. Linklater busca una narración fílmica que se entremezcle con la vida, intentando fusionar esas experiencias. Sciamma elige un momento de por sí conflictivo, la adolescencia, para presentar los problemas que afronta una joven, afrodescendiente, pobre, marginal y las opciones que la vida le depara, para hacer un retrato casi sociológico de aquel París no glamuroso.

Aunque son historias diametralmente opuestas tienen mucho en común. Ambos jóvenes, Marieme y Mason, viven en familias desintegradas, en un caso una madre soltera y luego diversos padrastos; en el otro, una madre también soltera y con un hijo que en vez de ser un soporte familiar es su caudillo. La ausencia de los padres es notoria, en un caso por la juventud e inmadurez, en el otro como un hecho simplemente dado del que desconocemos la causa.

En ambas historias hay una necesidad urgente de afecto de parte de las mujeres, especialmente en la madre de Mason y en Marieme. Estas búsquedas, y a pesar de la diferencia de edades de cada una, hace tropezar a ambas, las somete a la violencia, al desprestigio social, a la marginación, a la vulnerabilidad. Es decir, la experiencia de Marieme se parece más a la de la madre de Mason que a la de Mason, haciendo evidente el peso del género en las historias de vida. Ambas, “primermundistas”, tienen caminos que se hermanan en la violencia. Mason parece poder disfrutar de su juventud y despegar, las perspectivas de Marieme no son las mismas.

REFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine. Escritora y Feminista. Licenciada en literatura, magister en estudios de género y estudiante del programa de doctorado en español y portugués en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.

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